Pennisi explicó que cada módulo trabaja con cinco inteligencias artificiales que regulan todas las variables del sistema —riego, temperatura y controla los sensores— sin intervención humana. Aclaró que estas operan “como en la sombra”, procesando datos y realizando ajustes automáticos sin sobrecargar al productor con notificaciones constantes. También señaló que los módulos funcionan en red y aprenden entre sí, incorporando información de otros equipos instalados. De ese modo,
lejos de depreciarse con el tiempo, la tecnología se vuelve cada vez más eficiente a medida que acumula experiencia colectiva.
Una biofábrica que produce proteína y eficiencia
La propuesta de SiloSiembra va más allá de la automatización: busca cambiar la lógica de la producción forrajera. “Nosotros no vendemos un chiche con luces, vendemos una unidad de negocios. Con estos equipos el productor puede
aumentar su productividad, liberar campo y bajar costos”, enfatizó el ingeniero.
Gracias a su eficiencia, cada módulo permite producir la misma cantidad de alimento utilizando un 99 % menos de suelo y un 95 % menos de agua que la agricultura forrajera tradicional, lo que convierte al sistema en una verdadera expresión de intensificación sostenible. En el showroom de Sastre y Ortiz, donde se prueban y validan los equipos, Pennisi aseguró que lograron ganancias de peso diarias de entre 1,5 y 1,7 kilos por animal.
“Esa ganancia de peso le permite al
productor acortar los ciclos, mejorar la rentabilidad y reducir riesgos sanitarios, ya que el sistema no presenta micotoxinas ni parasitosis”, explicó el ingeniero. El forraje se produce a partir de un germinado de solo nueve días, que genera alrededor de 1300 kilos por ciclo, con alta digestibilidad y sin provocar acidosis en los animales.
“Al estar germinado, el animal no entra en estrés ni sufre acidosis; come tranquilo y aprovecha mejor los nutrientes”, detalló Pennisi.

Además de reducir el riesgo sanitario, el sistema también disminuye las emisiones de metano, lo que lo vuelve atractivo en términos ambientales. “Como el animal digiere mejor, hay menos emanaciones y eso impacta en la huella ambiental”, agregó.
La plataforma tecnológica, por su parte, ya viene configurada para registrar trazabilidad y facilitar la certificación de bonos de carbono, un plus financiero para el productor. “Todo el protocolo está cargado en el sistema;
no es que haya que medir desde cero. Eso después le permite al productor acceder a otros mercados o certificaciones”, explicó el especialista.
Forraje verde y seco en un mismo sistema
El sistema combina la producción de forraje verde hidropónico (FVH) y forraje seco hidropónico (FSH), lo que permite ofrecer una dieta equilibrada y estable para el ganado. Según explicó Pennisi, en un mismo esquema de trabajo se pueden producir trigo, girasol y maíz —que aportan proteína y energía— junto con avena, que provee fibra larga y mejora la rumiación.
“En un mismo
ciclo hacemos trigo, girasol, maíz y avena; así garantizamos proteína, energía y fibra, y todo con un alimento que el animal come más y mejor”, detalló.